Los estudios demuestran que el ejercicio tiene un efecto positivo en la calidad del sueño nocturno, y algunos tipos de actividad física tienen ventajas innegables en este sentido.
Por ejemplo, un experimento en el que participaron personas con problemas para dormir descubrió que levantar pesas o hacer flexiones aumentaba el sueño nocturno en diecisiete minutos (en comparación con un grupo que hacía yoga o pedaleaba una bicicleta estacionaria). Quizás esto se deba a que el entrenamiento de fuerza requiere más recursos y tiempo de recuperación del cuerpo que el entrenamiento aeróbico.
El experimento, iniciado por la Universidad de Iowa, involucró a 386 hombres y mujeres de 35 a 70 años de edad que tenían sobrepeso u obesidad y presión arterial relativamente alta.
