La noticia del fallecimiento del exsenador Mario Castaño, recluido en la cárcel La Picota de Bogotá, ha generado críticas y lamentos en la opinión pública, dejando tras de sí un legado de corrupción que marcó su paso por la vida pública y política del país.
Castaño, conocido como el "barón liberal" en el Eje Cafetero, enfrentaba una condena de 15 años por liderar una red de corrupción en contratación estatal que involucraba a servidores públicos y particulares en municipios de Caldas, Chocó, Risaralda y Cauca.
La noticia de su fallecimiento por un presunto infarto ha desatado críticas, no solo hacia sus acciones pasadas, sino también hacia el sistema penitenciario y su capacidad para salvaguardar la vida de los reclusos.
Mario Castaño, aprovechando sus conocimientos como contador público, tejió una red de corrupción a través de un Grupo de Delincuencia Organizada (GDO), según la Fiscalía. Esta red, bautizada como "marionetas" de Castaño, contaminó instituciones como el Ministerio del Deporte, el Ministerio del Interior, la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA).
La noticia de su muerte ha suscitado la reflexión sobre la necesidad de fortalecer las medidas contra la corrupción y mejorar la vigilancia en el sistema carcelario. Ciudadanos y analistas lamentan que personajes como Castaño hayan logrado aprovecharse de sus posiciones para cometer delitos que afectan a la sociedad en su conjunto.
Aunque su fallecimiento cierra un capítulo en la historia judicial de Colombia, la conversación sobre la corrupción y la necesidad de fortalecer las instituciones para prevenirla continúa. La sociedad espera que este triste episodio impulse reformas y cambios que eviten que casos similares se repitan en el futuro.
